Las Guerras revolucionarias francesas (en francés: Guerres de la Révolution française) o «Guerras de Coalición» fueron una serie de conflictos desarrollados entre y , inicialmente confinados en Europa, pero que gradualmente adquirieron dimensiones globales, extendiéndose a Egipto, el Oriente Medio, el océano Atlántico, el mar Mediterráneo, el mar Caribe, y el océano Índico. La política europea del período de finales del siglo XVIII inevitablemente llevó a Francia a la guerra. Las monarquías europeas buscaban evitar la propagación de la Revolución francesa y los nacientes ideales republicanos, que amenazaban con destruir por completo al Antiguo Régimen. Pero el regente francés Luis XVI estaba interesado en la guerra con la expectativa que esta podría mejorar su popularidad, mientras que a los girondinos les interesaba exportar la revolución al resto de Europa.
La Guerra de la Primera Coalición estalla en poco tiempo después que Francia declara preventivamente la guerra a Austria el 20 de abril. Prusia se une al lado austriaco unas semanas más tarde e invade el territorio francés sin mayor resistencia. Poco tiempo después se unen a la coalición: Gran Bretaña, España, Portugal, Nápoles, Cerdeña y las Provincias Unidas, entre otros Estados europeos. A partir de los franceses lograron imponerse en el campo militar. En se firmó el Tratado de Campo Formio entre Francia y Austria, poniendo fin a la primera coalición. Pero el acuerdo de paz no fue efectivo ni duradero. La guerra continuó con Gran Bretaña y en se conforma la Segunda Coalición y reinician las hostilidades.

Generalmente se considera la firma del Tratado de Lunéville en que concluyó la Guerra de la Segunda Coalición como el fin de las Guerras revolucionarias francesas, o bien el Tratado de Amiens de que puso fin (temporalmente) a la guerra con Gran Bretaña. Esto significa una separación historiográfica entre las Guerras de Coalición; aproximadamente antes y después de la ascensión de Napoleón Bonaparte al poder y la creación del Primer Imperio Francés en . Bajo esta óptica se trata de dos conflictos históricos diferentes: las Guerras revolucionarias francesas (–) y las Guerras napoleónicas (–). Sin embargo, también suele denominarse como Gran Guerra Francesa a la etapa iniciada con las Guerras revolucionarias francesas, incluyendo en este contexto a las Guerras napoleónicas, con lo que el conflicto comprendería un largo período en guerra de 23 años (–).
Antecedentes
Contexto europeo
Cuando finaliza la Guerra de Sucesión Española en 1715, las monarquías beligerantes firman el Tratado de Utrecht cuyos términos serían la base para muchos de los conflictos europeos por motivos territoriales, económicos y políticos a lo largo del siglo XVIII. Austria, Inglaterra y Francia habían quedado como las tres grandes potencias hegemónicas de Europa, aunque los intereses de las dos primeras habían encontrado terreno común para enfrentarse con Francia. Austria buscaba limitar o terminar con la influencia francesa en los Países Bajos, mientras que Inglaterra se veía amenazada por el poderío naval francés. Al final de la segunda mitad del siglo XVIII, dos importantes potencias surgieron en el norte: Rusia y Prusia.
Revolución francesa
La Revolución francesa fue un conflicto radical que entre 1789 y 1799 sacudió todos los estamentos políticos y sociales en Francia, desencadenando el derrocamiento del antiguo régimen monárquico, la propagación de ideales liberales y el establecimiento de una República. La revolución francesa se inicia en 1787 con la convocatoria de los «Estados generales» con el objetivo de atender una severa crisis económica y política que afectaba a la monarquía francesa, que luego se auto proclaman como Asamblea Nacional con un objetivo más amplio de redactar una Constitución y establecer una República. La Revolución francesa finalizó en 1799 con el Coup d’état de Napoleón Bonaparte.
En Francia, al igual que en las Trece Colonias Americanas de Gran Bretaña, una severa crisis financiera precedió a la revolución. Hubo un paralelismo y una conexión directa entre la Revolución Americana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789. La participación de los Franceses en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos contribuyó a un enorme incremento en la deuda del gobierno monárquico. El establecimiento de nuevos impuestos (al igual que en Norteamérica) desencadenaron rechazo y revueltas de burgueses, trabajadores urbanos y campesinos. Pero las causas de la Revolución francesa estaban más arraigadas y eran más complejas en Francia que en Norteamérica. Era la crisis de un antiguo sistema monárquico con más de 1000 años de antigüedad. Era la propagación de nuevas corrientes de pensamiento: del republicanismo, de la Ilustración, de los principios de libertad e igualdad y el rechazo a la doctrina del derecho divino de los reyes. También fue determinante el excesivo crecimiento de la población francesa (en una época en la que Francia era la nación más poblada en Europa), que se sumaba a los persistentes problemas con las cosechas y la exclusión de los burgueses en la política.
Guerras revolucionarias francesas
Las Guerras revolucionarias francesas se desarrollaron entre 1792 y 1802, inicialmente confinadas en Europa continental, pero los conflictos gradualmente adquirieron dimensiones globales extendiéndose a Egipto, el Oriente Medio, el océano Atlántico, el mar Mediterráneo, el mar Caribe, y el océano Índico.
Guerras revolucionarias francesas
Primera Coalición
La Guerra de la Primera Coalición estalla en 1792 poco tiempo después que Francia declara preventivamente la guerra a Austria el 20 de abril. Prusia pronto se une al lado austriaco unas semanas más tarde y procede con una exitosa invasión en el territorio francés sin encontrar mayor resistencia. Poco tiempo después también se unen a la coalición Gran Bretaña, España, Portugal, Nápoles, Cerdeña y las Provincias Unidas, entre otros Estados europeos. Sin embargo, a pesar de las derrotas iniciales, las fuerzas francesas logran imponerse en el campo militar a partir de 1794 , derrotando la Primera Coalición en 1798. En 1797 se firma el Tratado de Campo Formio entre Francia y Austria, poniendo fin a la Guerra de la Primera Coalición.
El resultado de la Guerra de la Primera Coalición fue la victoria francesa. Pero el acuerdo de paz con Gran Bretaña no fue efectivo, ni duradero.
Segunda Coalición
La guerra continua sin interrupción con Gran Bretaña. Solo un año después, en 1798 se conforma la Segunda Coalición liderada por el Archiducado de Austria y el Imperio ruso con el objetivo de contener la Revolución francesa y deshacer las previas conquistas francesas. La Segunda Coalición eventualmente estuvo conformada por el Archiducado de Austria (parte del Sacro Imperio Romano Germánico), Inglaterra (en guerra permanente con Francia desde 1793), el Imperio otomano, el Imperio ruso, el Reino de Portugal, el Reino de Nápoles y los Estados Papales. Durante el verano de 1798, Napoleón dirige una exitosa campaña militar a Egipto, logrando numerosas victorias lo que le vale una tremenda popularidad en Francia.
El resultado de la Guerra de la Segunda Coalición fue igualmente la victoria francesa.
Tratado de Amiens
El 25 de marzo de 1802 se firmó el Tratado de Amiens, firmado en en Amiens, Francia, con el que puso fin a la guerra entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y la Primera República Francesa. Pero se trató de una paz efímera, y cuyos términos fueron incumplidos.
Primera República Francesa
Durante el desarrollo de la guerra contra Prusia y Austria se consolidó en Francia la caída de la monarquía y la formación de la Convención Nacional el 20 de septiembre de 1792. Esta fue la primera forma de gobierno de la Revolución francesa, titular tanto del poder ejecutivo como del poder judicial. La Convención estableció la Primera República Francesa el 22 de septiembre de 1792. La república tuvo inicialmente con un gobierno girondino, pero más tarde, en septiembre de 1793 un gobierno jacobino inició un período conocido como «Reino del Terror» en el que fueron ordenadas miles de ejecuciones, y cientos de miles de detenciones. Esta etapa concluye con la caída de Maximilien Robespierre en julio de 1794.
Entre 1795 y 1799 fue conformado El Directorio, una forma de gobierno moderado en comparación con la etapa jacobina previa. Estuvo caracterizado por las victorias militares del ejército republicano francés en las Guerras revolucionarias francesas, una grave crisis económica y las disensiones entre los Directores, que limitaron la gobernabilidad de la república. Luego, Entre el 10 de noviembre de 1799 y 18 de mayo de 1804 la República francesa fue gobernada por El Consulado, creado por la Constitución del año VIII a raíz del golpe de Estado del 18 de Brumario propinado por Napoleón Bonaparte. El Consulado existe hasta el establecimiento del Primer Imperio Francés en 1804.
Guerras napoleónicas
Con la fundación del Primer Imperio Francés bajo el control de Napoleón Bonaparte en 1804, las potencias europeas se encuentran ante una nueva amenaza que atenta contra el balance de poder en la región. Durante las Guerras revolucionarias francesas las monarquías europeas buscaban restaurar la monarquía francesa, así como evitar la propagación de la Revolución francesa y los ideales republicanos; pero con la llegada de Napoleón al poder en 1799/1804 se orientaron a acabar con el Primer Imperio Francés que amenazaba con alcanzar una hegemonía política y territorial en el subcontinente europeo.
Las Guerras Napoleónicas inician el 18 de mayo de 1803 cuando Gran Bretaña rompe la írrita tregua lograda con el Tratado de Amiens en 1802. A continuación siguieron cinco nuevas guerras de coalición, la invasión francesa a España y la invasión francesa a Rusia, hasta la firma del «Acta Final» del Congreso de Viena el 9 de junio de 1815, y unos días más tarde la derrota definitiva de las fuerzas napoleónicas en la Batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815.